Por fin rodando en la ruta 66
Williams fue el punto más al este de nuestro viaje. A partir de ahí, siempre rumbo al oeste, en busca de Los Ángeles. En busca del oceáno Pacífico. Ruta 66. Tantas veces leída, tantas veces soñada, tantas veces imaginada. Dejó de ser un icono distante y paso a ser simplemente una señal de tráfico.
Es extraña la Ruta 66. Oscila entre el peregrinaje mitológico y la ignorancia más radical. Tan pronto te encuentras en un pueblo que está dedicado en cuerpo y alma a mantener viva la Ruta 66 como te encuentras perdido en un cruce de carreteras donde no hay ninguna maldita indicación. Sin término medio. Puramente norteamericano.
El día empezó con un desayuno pantagruélico en el espectacular Bed&Breakfast en que nos habíamos quedado a dormir. Premio merecido. El desayuno estuvo a la altura del resto de la casa. Además, hacia un sol radiante y esta vez parecía que el frío había quedado definitivamente desterrado. ¿Sería verdad?
Fue una mañana sin prisas dedicada a recomponer el puzzle del equipaje y revisar los mapas. Una vez en marcha, nos dedicamos a pasear por Williams: el pueblo se veia diferente al día anterior sin nieve ni frío. Es un pueblo agradable en el que hay unas cuantas tiendas dedicadas a los recuerdos de la Ruta 66 que se alternan con bares y tiendas al consumo local.
Una de las cosas que me ha encantado del viaje por los USA son los vehículos que uno se va cruzando por la carretera. Esa gente realmente ama los automóviles. Bueno, creo que ama todo tipo de cacharros con ruedas. El tamaño medio supera en bastante lo que estamos acostumbrados a encontrarnos por España. Pick-ups enormes muy altos o bajados de suspensiones hasta extremos inverosímiles. Coches clásicos de todas las épocas. Personalizaciones de todo tipo. Más de uno me lo habría traído para Barcelona, pero afortunadamente no cabían en las maletas de la Harley. El que más me gustó fue uno que me encontré paseando por Williams. Un Volkswagen Escarabajo preparado hasta las cejas con el estilo de las clásicas carreras desérticas californianas, las célebres Bajas.
Había que ponerse en marcha. Ya era casi mediodía y únicamente habíamos comprado unos cuantos recuerdos de la Ruta 66. Los primeros kilómetros hasta Ask Fork fueron tranquilos. Bajar por la misma autopista por la que habíamos subidos muertos de frío el día anterior. Tras cruzar el pueblo, al llegar a la milla 139 abandonamos definitivamente la autopista y hacemos un primer tramo de carretera por la ruta clásica de la 66.
Son pocas millas, unas 20, las que nos acercan hasta Seligman, el pueblo donde habíamos dormido un par de noches antes. Pero entonces ni siquiera pudimos recorrer el pueblo. Pasamos de largo el Motel-Pizzeria donde nos habíamos alojado y llegamos al centro. ¿Cómo definirlo? Seligman es el lugar de nacimiento de la Asociación de la Ruta Histórica 66 en Arizona. Y el pueblo parece consagrado a la Ruta 66.
Hay unas cuantas tiendas de recuerdos de todo tipo: chapas, tazas, adhesivos, bufandas, pañuelos, miniaturas, bolas de cristal con nieve y un larguísimo etcétera de peculiar cacharrería yanqui de lo más variado. Además, unos cuantos bares con coches oxidados de los cincuenta, viejos puestos de gasolina,… Todo con un dulce olor a rancio, pero con encanto. Eso es parte de lo que habíamos venido a buscar a la Ruta 66, ¿no?…
Disparamos fotos a cada detalle: suerte que las cámaras de hoy en día son digitales y no gastan carretes. Desde Seligman parte un buen tramo de la ruta clásica de la 66 hasta Kingman, unas 70 millas. Nos alejamos de la autopista un buen trecho, y empezamos a saborear esa carretera perdida por el desierto. Numerosos restos de hoteles y moteles abandonados nos recuerdan que hubo una época en que esta carretera era muy transitada. Hoy apenas la recorremos algunos viajeros.
Esperaba cruzarnos con más viajeros en la Ruta 66, pero la verdad es que hay muy poco tránsito. En todo el día apenas nos encontramos con un par de grupos de motoristas y alguna autocaravana. Realmente, no hay presión turística en la ruta. La primera parada fue en un punto perdido del mundo, Grand Canyon Caverns, unas grutas con un enorme dinosaurio en la puerta de un bar en el que no hay nadie. Decidimos no entrar a las cuevas y volver a la carretera.
Una serie de pueblos pequeños (el más grande no llega al medio centenar de habitantes) jalonan la carretera: Peach Springs (¿no era algo parecido el de la película de dibujos animados Cars?), Truxton, Hackberry,… Y de nuevo, gasolineras con sabor a historia, entre muchas otras abandonadas.
La carretera desciende hasta Kingman, donde regresamos al museo dedicado a la Ruta 66. Esta vez sí que lo visitamos. Está curioso. Pero lo que nos encantó fue el bar donde comimos, todo pintado en color rosa y verde pastel: un regreso a los felices años cincuenta. Una vez más, parecía que estábamos en una película, ¡hasta por la voz de pito de las chicas que atendían!
Bienvenidos a la Ruta 66. Historia en vivo
A la salida de Kingman se encuentra uno de los tramos más bonitos de la Ruta 66: ¡hasta hay curvas!. La carretera serpentea solitaria entre unas montañas en un bonito atardecer. El asfalto está algo bacheado, pero el placer de trazar unas curvas lo compensa.
No hay nadie. Durante un buen montón de kilómetros parece que estamos en una película del oeste. Claro, estamos en Arizona. Y de repente, aparece un pueblo del oeste. Oatman. Con su calle polvorienta, su salón de puertas partidas, su tienda de cachivaches,… Trasladados al viejo oeste americano. La verdad es que era bonito y sugerente pasear por Oatman, ¡hasta encontramos una diligencia abandonada en un jardín abandonado!.
Antes de que oscureciera, emprendemos de nuevo la marcha para llegar al puente de Topock, la frontera con California. Nos perdimos un buen rato intentando evitar la autopista y buscando los restos de la Ruta 66. Pero nada, no había manera de cruzar ni de encontrar un camino alternativo: todos quedaban cortados.
Pero la sorpresa fue encontrarnos con el bar del pirata junto al lago . Vale que habíamos entrado a California, pero uno no se espera encontrarse en la misma frontera una playa de arena en un lago con música de los beach boys, camareras en bikini, un hidroavión, las sombrillas y las palmeras. Del árido desierto a una playa californiana en un abrir y cerrar de ojos. ¡Bienvenidos a California!
Aunque la bienvenida no fue completa al no poder quedarnos a dormir en las cabañas del lago y tener que seguir unos kilómetros de autopista a Needles, a donde llegamos de noche. Un motel, restaurante de carretera para cenar y fin del primer día por la Ruta 66.
Ficha de ruta día 8: viernes 2 de abril de 2010
Itinerario: Ruta 66 – Williams – Ask Fork – Seligman – Peach Springs – Hackberry – Kingman – Oatman – Topock – Needles
Distancia recorrida: 253 millas (407 Kilómetros)
Distancia acumulada: 1.552 millas (2.502 Kilómetros)